Nuestra Historia

Cuando empezamos con nuestra agencia, Cas y yo teníamos todo claro: íbamos a hacer campañas de Google Ads y Meta, y nada más. Nos gustaba, éramos buenos y teníamos clientes.

El problema apareció cuando dijimos: “Bueno, si queremos crecer, necesitamos una web”. Fácil, ¿no? Pues no.

El primer presupuesto que pedimos: 2500 €. El segundo: 3000 €. El tercero llegó a 3500 €. Y todo eso por una web de cuatro páginas: inicio, contacto y dos de blog. Nada de integraciones raras, ni diseño futurista. Literalmente, una web básica.

Yo todavía me acuerdo de la cara de Cas cuando vio el correo con el precio. Era esa mezcla entre risa nerviosa y ganas de llorar. Porque claro, invertir esa cantidad en algo que ni siquiera sabíamos si iba a funcionar era un suicidio.

Entonces hicimos lo que hacen todos: buscar opciones baratas. Terminamos en Fiverr, 75 € por una web “lista en dos días”. Nos pareció una ganga. Spoiler: era un desastre.

La web se veía bonita, pero no funcionaba. Corrimos campañas, y cero conversiones. Los textos parecían escritos con traductor, los botones llevaban a ningún lado, y no había ni un mínimo de estrategia. Era como tener una vidriera linda, pero cerrada con candado.

Ahí nos cayó la ficha: o pagábamos miles, o nos ensuciábamos las manos. Y nos las ensuciamos.

Nos pusimos a estudiar TODO. Y cuando digo todo, es todo: WordPress, Wix, Hostinger, CRMs, integraciones con formularios, cómo conectar un lead directo a Hubspot, hasta pedacitos de código para mover botones de lugar. Fueron cinco meses de pelea con la pantalla. Hubo noches enteras en las que Cas se quedaba hasta las 3 am gritando al ordenador: “¿por qué no aparece el maldito formulario?”.

Pero al final, lo logramos. Hicimos nuestra web. No era perfecta, pero era funcional. Y lo más loco: empezó a darnos leads reales. Clientes escribiéndonos sin que pusiéramos un euro en ads. Eso fue un shock.

Y entonces entendimos dos cosas:

  1. Que hacer una web desde cero no tiene que llevar meses. Si sabes lo que haces, en una semana la tenés lista.

  2. Que cobrar 3000 euros por eso era una estafa disfrazada de “servicio premium”.

Fue ahí donde hicimos el clic. Si nosotros habíamos pasado por ese infierno de precios imposibles y resultados basura, seguramente otros estaban igual. Y así nació la idea: ofrecer webs funcionales, claras, enfocadas en resultados, por 699 €. Entregadas en siete días.

No obras de arte digitales, no humo, no “branding conceptual”. Una web que funciona, que vende, que te deja enfocarte en tu negocio.

Lo irónico es que todo esto empezó porque no queríamos pagar 3000 euros. Y ahora, justo por eso, terminamos abriendo un negocio paralelo que hoy nos trae clientes que nunca hubiéramos imaginado.